Nunca sabes la
mella que hace en ti una persona hasta que notas su ausencia, hasta tal punto
que sabes que no volverás a verla jamás. Cuando ella estaba, su presencia era
la de la vida cotidiana, del día a día. No lo tomabas como algo importante
porque sabes que al día siguiente la ibas a volver a ver, y si uno de ellos
faltaba, no la echabas de menos.
Pero llega el
día en el que tienes que ir a despedirte. Sabías que tenías que ir, a darle el
último hasta luego y decirla el primer te quiero. Un te quiero que en cualquier
otra circunstancia quizás te hubiera costado horrores decírselo. Cuando sabes
que es el último día, apenas puedes disfrutarlo. Por la situación no puedes decirle
todo lo que le ibas a echar de menos, lo que te iba a costar afrontar el no
verla más. Pero con un adiós y un te quiero bastó para despedirse.
Que dura es la
vida y cuantas piedras nos pone en el camino. Muchas veces piensas si son
pruebas que "alguien" nos manda para hacernos más fuertes, para aprender
a valorar lo que nos rodea; porque hay veces que hasta que no sufrimos, no
valoramos lo que tenemos.
Pasan los meses
y la sientes como si estuviera todo el día acompañándote. Quizás, si fuera otra
persona tendrías miedo de esa sensación, pero estas tranquila. Sabías quien
era. Hasta que un día decides ir a visitarla de una manera más extraña que la
última vez que la saludaste. La sensación es fría, vacía...pero cierras lo ojos
e imaginas que no estás allí, si no en cualquier otro sitio de ese día a día
que teníais entre las dos, muchísimo más agradable. Y entonces aquel lugar no
te parece ni tan frío ni tan vacío. Te basta con felicitarla por su cumpleaños,
dejas las flores, la nota y te marchas.
Sin apenas darte
cuenta, pasan los días y se ha esfumado. Ya no está. Ya no notas su presencia
revoloteando todos los días detrás de ti. Pero te sientes tranquila, quizás más
tranquila de lo normal por no sentirla.
Vino, te cuidó y
se marchó. Seguro que algo quería y tú sin saber que podría ser, pero te
sientes más unida a ella que nunca, con un lazo invisible que jamás se va a
poder romper.
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