lunes, 20 de octubre de 2014

El demonio a mi derecha


De pequeña recuerdo los círculos en sus brazos, no tenía ni uno ni dos, sino todos los brazos llenos de esos aros en forma de cicatrices…yo los observaba pensando en qué clase de “accidente” de coche tan macabro había tenido, para que esos cientos de cristalitos cayeran sobre sus brazos dejándole marcado de por vida…

Recuerdo sus dibujos, con tan suma perfección que parecían reales, dibujos de Disney para nuestras habitaciones y caballos… todos dibujados a lápiz, con la punta siempre bien afilada… Yo, que nunca he dibujado bien, me quedaba embobada viendo esas perfectas pinturas.

Su cigarro en la boca no podía faltar, las teclas de su ordenador machacadas con sus marcas, y sus horas eternas en casa. 

No recuerdo como me enteré de todo, aunque creo que nunca me impresionó nada de lo que me contaron, para mí seguiría siendo el mismo, pero yo empezaría a coger mucho respeto a todo aquello…

Con tan solo dieciocho años y con toda una vida por delante, un día se juntó con su muerte. Aún la recuerdo, morena con el pelo muy largo, y siempre dentro del bolso regalices rojos y negros… Nadie sabía lo que aquella chica traería para todos. La doble vida de él aparecía al cruzar la puerta de su casa, hijo de una noble familia, chico de buenas notas al igual que su hermana, todavía a su madre se le llenan los ojos de lágrimas al decir “era un niño buenísimo, sacaba siempre sobresalientes”… 

Ella le empezó a mostrar una vida distinta, dinero fácil, fiesta y droga, mucha droga…  Sustancias que ella misma traficaba bajo la orden de su propio padre. Él,  que quería dinero y estaba enamorado, cayó en ese mundo. Pero no todo fue fácil, ella desapareció de su vida, pero él ya estaba enganchado a la heroína, en los brazos ya no había sitio para más círculos, y sus piernas serían su alivio. 

Se recorría las casas, de vecino en vecino… él solo quería calmar su angustia… 

Los años pasaban y todo iba de mal en peor, sus largas temporadas fuera de casa, sus subidas y bajadas. Varias veces obligado en centros de desintoxicación, pero nada hacía resultado. La droga le había matado en vida. 

Un día alguien llamó a mi puerta, su madre no podía expresar lo que estaba pasando, la policía había arrasado en su casa, sin ningún consuelo para ellos, le buscaban a él y nadie sabía dónde estaba… Esta sería otra mala aventura. Después de la búsqueda llegó la captura, dos meses en la cárcel y sin entender nada todos los que estábamos a su alrededor… Todo se había desmoronado, nada peor podría pasar. Desde la cárcel nos mandaba recuerdos, “muchos besos a las niñas”… Pasaron los días y el milagro vino cuando se le declaró inocente, “él no había asaltado aquel banco”…

Hoy, con más de cinco décadas a su espalda, su rostro está castigado por tan duras batallas…Su vida destrozada por ese maldito vicio.



<< Nadie más que uno mismo puede librar su mente de la esclavitud >>
                                                                                            Bob Marley


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